KASHGAR
La ciudad de Kashgar está en medio de un gran oasis, rodeada de fértiles tierras que los uigures, sus habitantes tradicionales, cultivan intensamente, especialmente trigo y árboles frutales, pero separada del resto del mundo por largos tramos de desierto y espeluznantes montañas. Esto ha hecho que la ciudad se haya convertido en dos proyectos humanos aparentemente contradictorios.
Por una parte en un universo cerrado y contenido en sí mismo, el de los campesinos locales que desde tiempo inmemorial viven en los campos que la rodean, y por otra en una cosmopolita parada en las rutas comerciales que cruzan Asia Central. Pues Kashgar no es solo una parada importante en la Ruta de la Seda, sino también en los caminos que comunican con Pakistán, y comunicaban a través de este país, con esa India de cuya cultura se nutrió el budismo chino. Eso hace que, aunque hemos dicho que los habitantes tradicionales de Kashgar son los uigures, en sus calles, plazas y mezquitas se encuentren representantes de las principales minorías de Xinjiang y ciudadanos de los países vecinos, especialmente reconocibles son los comerciantes pakistaníes, con sus trajes tradicionales. Esta claro que Kashgar es una ciudad uigur y es a la vez una ciudad fronteriza (bueno, a unos cientos de kilómetros de Pakistán y Tajikistan), en la que conviven uigures, chinos, kirguises y tajiks, con comerciantes llegados de Tajikistan, Pakistán y Afganistán.
A pesar de todos estos vaivenes humanos e históricos, la ciudad ha sabido conservar con mayor celo su legado histórico, y es una ciudad en la que se mantienen vivas tradiciones ya desaparecidas en el resto del mundo. Y hablo de vaivenes porque Kashgar siempre ha estado en una situación un tanto inestable, reflejando las tensiones entre el estado central y las minorías, y entre China y los poderosos vecinos. Kashgar era un nido de espías en la época del “Gran Juego” por el que Inglaterra y Rusia competían por hacerse con el dominio de Asia Central.
2024